Al Mutamid, rey árabe que vivió en Sevilla en el Alcázar, sabio y poeta, solía tener la costumbre de pasear a orillas del Guadalquivir con su gran amigo y consejero Ibn Amar. Al Mutamid le propuso a su compañero un juego muy habitual por esos días: él diría las primeras estrofas de un verso e Ibn Amar tendría que terminarlo. Las primeras palabras fueron:
» La brisa convierte el río, en una cota de malla…»
Pero su compañero que no era hábil improvisador quedó callado y tras un silencio por la espalda una voz dulce y femenina recitó:
«La brisa convierte el río, en una cota de malla, mejor cota no se halla, como la congele el frío.»
Sorprendidos ambos vieron como la joven se marchaba hacia Triana. Y Al Mutamid le pidió a su amigo «ve tras ella y averigua quién es». Ella, Itimad, trabajaba como esclava en casa del mercader Romaicq y se dedicaba a hacer ladrillos y tejas.
Al Mutamid enamorado compró a la esclava y se casó con ella llegando pues a ser reina. Pero Itimad pese a tenerlo todo no se sentía feliz…
En nuestra ruta en el Alcázar descubriremos el final de esta historia y como el rey para complacer a su esposa y amada Itimad hizo lo posible y lo imposible por devolverle la alegría a su bello rostro.
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